cv con ¿humor?
Curriculum vitae con humor Creo que escribo humor por eso de: es preferible reír que llorar o por no llorar, directamente. Sin embargo, cuando nací, supongo que, como todos, he llorado. No sé si con el correr de los años lo he superado, pero al menos aprendí a escribir; algo es algo. No sé de dónde nació ese deseo: escribir, o si nació conmigo, de algunas de mis reencarnaciones o culpa de algún ancestro medio loco, lo que sé es que desde que aprendí a hacerlo me enamoré de las letras. Con esa premisa en la mente y en el corazón, escribo desde que aprendí a usar la lapicera. En 7 mo grado gané un primer premio, porque la ganadora oficial no se hizo presente para recibir su premio, entonces yo que era la finalista del concurso y en ausencia de la primera: lo gané. Pasaron los años y descubrí a Cristina Wargon, humorista, periodista, escritora, me hacía morir de risa en cada nota periodística de ella en la revista Humor Registrado. Revista, que, por ese entonces, plena dictadura y yo, una pendex, leía a escondidas de mis padres y del mundo. Solo las carcajadas batientes en el colectivo, mientras leía la revista, y culpa de las notas de la Wargon, amagaban con delatar mi lectura. Así decidí ser su discípula y de ella aprender. Como soy autodidacta, la leía, como un animal, y la perseguía por las ferias del libro. Mientras tanto escribí un par de notas que yo creía de humor y con un montón de ellas, escritas en la vieja Remington, partí hacia la redacción de la Urraca, donde se hacía la revista Humor y sex humor. El ataque de valentía me duró hasta llegar a la puerta de la redacción. Cosa de creer o reventar, por mandinga o por suerte, estaba allí, a punto de entrar o salir, ese detalle no me lo acuerdo del todo, Aquiles Fabregat. El pispeó mi indecisión veinteañera y primero me preguntó: y ¿vos quién sos? Y cuando lo supo, me instó: ¿qué vas a hacer, vas a entrar o te vas a quedar ahí parada, toda la vida? Mientras yo trataba de decidirme y tragar saliva al mismo tiempo, me arrebató el sobre de papel madera, que yo abrazaba como a mis propios bebes, con un millón de lo que yo entendía: eran notas cómicas; escritas por esta servidora. Empezó a descartar, una por una, yo bajaba la cabeza, compungida, resignada a mi frustrado destino, hasta que agarró una y se sonrió. Bingo, pensé, si él se sonríe no debe estar tan mal... Por fin, en un segundo que me pareció eternísimo, dijo: acompáñame. Ahí ingresé a la redacción de Humor y los vi a todos: Gloria Guerrero, Cristina Wargon, Alejandro Dolina, Moira Soto, todos, ¡todos! ¡Toditos! Y juntos. Era como el sueño del pibe, en una piba. Creo que tenía yo 18 años. Atravesé toda la planta baja y lo seguí hasta un ascensor. En una oficina más chica estaba el director de Sex Humor: Jorge Barale. Aquiles Fabre, como le decían todos, humorista, le tendió la nota a Jorge Barale, (director de Sex Humor), y le dijo: esta nota me parece que promete. La nota se llamó: ¡hay que casar al gato! Y relataba los avatares de un amigo cuando su dulce y precioso gatito entrado en celo, (el gato, mi amigo ya estaba casado) y en edad de merecer. Barale, también se río y publicaron la nota. Ese día fui más feliz que gato con dos colas, valga la redundancia. Ediciones, la Urraca cerró y se llevó consigo mis lágrimas y mi posibilidad de aprender de los más grandes. Como no pensaba rendirme, seguía persiguiendo a Cristina Wargon por las ferias del libro y presentaciones que hacía; hasta que la encontré más cerca: en el Facebook y encima dictaba cursos de humor! Weeee, a veces los Dioses me sonríen, aunque no tanto: no tenía un peso. Le dije: Cristina te acordás de mí, cómo olvidarme contestó, (supongo que me lo dijo por lo pesada que puedo resultar ser). Le dije de frente: manteca: quiero hacer tu taller, pero no tengo una moneda. Bueno, me dijo, después de saber que había escrito en la revista Uno Mismo y en Sex humor, puedo becarte, pero a cambio sos mi secretaria. Más me escribía por Messenger, más perro con dos, que digo dos, cuatro colas me seguía sintiendo. ¿Habría trasmutado?, por las dudas sigo revisando si tengo una cola más larga que lo normal... y así fui su asistente, su secretaria y su amiga. Desde el 2013 hasta que nos agarró la pandemia, como a todo el mundo, los talleres de humor antes presenciales, entre besos de buenas tardes y buenas noches, se transformaron, mutaron también, y fueron por Zoom. Al principio costó. O nos muteábamos, pero en la cámara aparecíamos como: dígalo con mímica. Como si estuviéramos gritando pero en mudo. A veces nos veíamos las orejas, el techo, el ventilador de techo, el gato, el aire acondicionado: todo menos enfocarnos a nosotros... pero hasta ese detalle, mientras las balas de la muerte propia o de otros seres queridos nos zumbaban, un grupo de grandes asustados por lo que pasaba en el mundo, pero unidos por la risa, se juntaba en una cita puntal de todos los jueves a las 20.00 hs. . Risa, tan frágil, en esos momentos, pero tan necesaria. Así que así resistimos sus talleres de humor contra viento, marea y pandemia por dos años. Atravesó la risa, la pandemia, la mudanza de la maestra del abasto a Mendiolaza, Córdoba, con gato, pareja y todo. Y, como todo se transforma, apareció, después de los talleres, una revista de humor, digital y a la gorra: Humor a la Wargon. Creada y dirigida por una mujer, periodista, escritora, y humorista, desde el interior del país. Ironías de la vida, mi ex jefe de Sex Humor, también dirige una revista digital de humor y también a la gorra, pero él, es hombre. Así que aquí estoy yo, escribiente pospandémica, escribiendo humor cada vez que puedo, donde puedo... Chan, chan.