Educación inclusiva: ¿utopía o realidad?
Dra. Mayluc Martínez*
Qué es utopía
La invención de la palabra utopía se atribuye a Tomás Moro. Se trata, o se trataba en su momento, de un neologismo, formado por las voces griegas ou- (prefijo privativo o negativo) y topos (lugar). Por lo que tendría como significado “no hay tal lugar” o “no existe tal lugar”.
En su libro, titulado sólo con esa palabra (Utopía), Tomás Moro describe una sociedad imaginaria y perfecta, en los términos de lo que se consideraba ideal para su época; aunque con ciertas contradicciones desde nuestro punto de vista. Por ejemplo, en dicha sociedad existía la propiedad común de los bienes, y se elegía por voto secreto a un príncipe; pero dicho cargo era vitalicio.
A pesar de que el pionero en emplear el término fue Tomás Moro, la de él no fue la utopía fundacional, propiamente hablando. En general se considera que el primero en imaginar y proponer tal idea de un mundo posible fue Platón, en su diálogo sobre La república.
En cualquier caso, Moro y Platón creían que tales planteamientos podrían perfectamente materializarse en la práctica, podrían llevarse a buen término. Para ellos utopía no expresaba un imposible, sino un deseable.
Aunque con el tiempo la palabra se hizo extensiva a otras cosas, no solo a gobiernos de países o naciones, sino a casi cualquier proyecto; y a su vez fue adquiriendo una connotación negativa de objetivo inalcanzable, por el exceso de perfeccionismo, o por el choque abrupto con la realidad.
Qué es educación inclusiva
Tal como hemos señalado en nuestro Complexus teórico de la educación inclusiva, se han propuesto varias definiciones con respecto a este concepto; a saber:
Por su parte, Ainscow (2003) identifica varios elementos que son constantes en la mayoría de las definiciones que se dan sobre educación inclusiva:
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Educación inclusiva: utopía o realidad
La educación inclusiva y la utopía coinciden en la acepción de ideal, entendido como meta u objetivo planteado. Y al respecto, hay que reconocerlo, en la realidad de muchos países e instituciones no se han concretado las metas esenciales que persigue la educación inclusiva, en términos de:
Desde este punto de vista, la educación inclusiva podría teñirse de esa connotación de aquello que es ideal, pero resulta inalcanzable e inalcanzado.
No obstante, si recordamos las diferentes definiciones que revisamos, entenderemos que la educación inclusiva es un medio y al mismo tiempo un fin, es proceso y es objetivo. Y tal como sucede con los cambios que emprendemos de manera personal como individuos, una vez que hemos dado el primer paso, dicho cambio ya ha comenzado.
Entonces, consideramos que, por sobre todo, la educación inclusiva es una cuestión de actitud. Y esta parte del proceso, el componente actitudinal, no debería ser una utopía o una meta lejana o imposible, pues si hay algo que está perfectamente a nuestro alcance es la disposición de ánimo que mostramos.
Por lo tanto, para alcanzar la meta de la inclusión, se debe ser inclusivo. O, dicho de otro modo, desde el momento en que comenzamos a mostrarnos inclusivos, ya hay inclusión, y no es sólo utopía.
Y el hecho de que la educación inclusiva de calidad aún no sea la realidad de todas las escuelas, no niega la posibilidad de que ocurra, no nos exime de hacer todo lo necesario para alcanzarla.
*CEO de la Organización Psicoeducativa TAEO