El crédito estatal perturba la producción
En el capítulo 5, Hazlitt comienza explicando que el crédito no es algo que el banco otorgue, sino algo que el prestatario ya tenía puesto que, bien sus bienes tienen un valor monetario superior al préstamo, bien su historial crediticio se lo permite. En todo caso, el banco conoce la solvencia del prestatario y se siente seguro en cuanto a la devolución del principal y el pago de los intereses. En definitiva, se cambia una forma de capital más líquida, por otra menos líquida.
Sin embargo, en lo público se pretende que sea el Estado el que cubra riesgos que se antojan demasiado grandes para la iniciativa privada. Es decir, que se deben asumir posibles impagos con el dinero del contribuyente que nadie afrontaría con el suyo propio. ¿Es esto coherente?
Si el dinero privado no se invierte cuando no se tiene la seguridad de que se van a recuperar capital e intereses, ¿por qué hacerlo con el dinero de todos? Sin embargo, se presta dinero público con un vago objetivo general y los riesgos se multiplican. Pero, "el dinero público no es de nadie", verdad?
Una vez más, la concesión de crédito estatal se centra en A y se olvida de B. Contempla el proyecto para el cual se concedieron los fondos, y olvida otros que no lo conseguirán nunca. Como ya hemos indicado varias veces, se ve el beneficio inmediato en un sector, y se desentiende de la pérdida experimentada por otros grupos y el quebranto a la comunidad en general.
Cuando el Estado subvenciona o concede anticipos (¡Hola Almodóvar!) está gravando negocios privados prósperos para auxiliar negocios privados ruinosos.
La subvención es anti-económica por definición. Comprender esto provoca un cambio radical de mentalidad, es totalmente "mindblowing".