ERP integrado o con integración: dos posibilidades que corren en la misma dirección
La integración o la posibilidad de integrarse, cuando hablamos de ERP, son elementos consustanciales a la propia casuística de la solución. Por defecto todos los ERP suponen tener dos o más soluciones de gestión integradas. Tradicionalmente la definición de ERP nos habla de la confluencia de diversas áreas de la gestión empresarial. Contabilidad, con sus modalidades, contables-fiscales-financieras, facturación en el área de compras y ventas, y gestión de almacén como las más básicas y demandadas.
Hoy por hoy, cualquier ERP que se precio también incluye paquetes de funcionalidades relacionadas con las tomas de decisión, como son los BI (Business Intelligence). A partir de aquí las posibilidades se disparan, desde la integración de funcionalidades referidas a la producción, a la gestión de nóminas, al desarrollo de proyectos, etc.
Independientemente de que áreas de gestión conformen un ERP lo que debemos asegurarnos es de si la integración que nos “venden” es real desde el mismo momento de génesis del ERP, o bien esta integración se a realizado a posteriori a partir de la unión de soluciones de gestión específica. Esto es importante, porque en muchos casos determina la apreciación de la calidad de la aplicación. Dicho de otra manera, no es lo mismo diseñar un ERP en el que todos los circuitos son construidos desde una visión global y unificada a si estos se han construido de forma aislada, cada uno con sus propios recorridos lógicos y a posteriori se han enlazado e integrado entre sí.
Vemos, por tanto, que disponemos de dos tipologías de integración. La que se da en la propia concepción del producto y la que trabajamos con otras aplicaciones modulares, verticales u ofimáticas, que pueden haber sido desarrolladas por el propio fabricante o por un tercero.
Mi recomendación particular, si emprendes el apasionante camino de distribuir un ERP es apostar por uno que haya nacido directamente integrado, al menos en tres-cuatro áreas de gestión diferenciadas. Esto es un valor fundamental ya que siempre ofrece una mayor solidez de producto, coherencia en la construcción del mismo y seguridad en cuanto a minimización de errores y agilidad en los procesos de actualización.
El problema de muchas soluciones que intentan venderse bajo las siglas de ERP es que en realidad son enlaces, en muchas ocasiones parches “estabilizados” y que pueden un mayor componente de precariedad y dificultad de actualización que otras soluciones nacidas bajo la filosofía de la integración directa.
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Y por supuesto, también hemos de tener en cuenta la integración con otras aplicaciones externas, generalmente ofimáticas, que dan un plus de usabilidad a la aplicación, al poder volcar la información en formatos de trabajo conocidos por todos, e incluso mucho más fáciles de gestionar y/o manipular que desde el propio ERP.
Alrededor del producto, y muy ligado a su potencial de venta recurrente, tendremos que explorar si el fabricante dispone de módulos asociados y también integrados con el ERP, aunque comercialmente se presenten por separado.
De igual manera, tendremos que explorar la integración de soluciones de terceros a la aplicación core del fabricante, y cuál es el grado de integración entre ellos, en cuanto a relación y compartición de datos, interfaz unificada y usabilidad.
En numerosas ocasiones las necesidades del cliente van más allá de las funcionalidades básicas que ofrece un ERP y el disponer de estos módulos puede ser un elemento decisorio en el momento de la venta. Así el que puedan estar integrados con CRM’s, Business Intelligence, Producción, Gestión de Nóminas y Recursos Humanos, Terminales Puntos de Venta (TPV) o soluciones verticales específicas, permite también generar ventas más allá de la del propio ERP.
Hoy en día las pymes llegan a disponer de una media de entre seis y ocho aplicaciones diferentes para llevar a cabo la gestión de sus áreas de negocio, generando complejidad, dificultad en optimizar procesos y tener información unificada para obtener una visión única del negocio.
El poder integrar todas las áreas, independientemente de cómo se comercialicen los diferentes módulos, es un factor que otorga a la pyme un plus de productividad y competitividad.