Huellas que inspiran..🐾 El liderazgo en lo cotidiano
Eran las 9 de la noche, los grados de calor del día se habían desmoronado, y el frío se apoderaba de las almas en la selva de cemento. Justo en una esquina cualquiera, una persona dedicada al reciclaje paró su carreta, la que llevaba algunas pertenencias: un colchón deteriorado, una almohada que cabía en una billetera y un saco de lana que aparentaba ser, a su vez, una cobija improvisada por su tamaño entre otros costales de tela y plástico. De repente, se volteó hacia donde se encontraba su mascota y empezó a hablarle como si se tratara de otra persona; “quédate aquí, voy a dar la vuelta a la cuadra para traer más cartón, mientras yo no esté tienes que cuidar “el vehículo” y todo lo que está ahí”.
El perro inquieto, mientras se alejaba su amo, caminaba vacilante de un lado a otro como intentando perseguirlo pero a su vez dudoso, algo lo detenía; en su rostro se combinaba una mirada llorosa y hasta el sonido era como el llanto de una persona cuando quiere llorar pero a la vez se detiene, era la sensación de intentar ser fuerte a pesar de la nostalgia.
Cuando el amo desapareció de la primera esquina, el perro tomó posición en la carrera y se quedó un buen rato al frente; cuando otras personas pasaban cerca, él hacía un leve gesto de defensa, en el caso de los carros y motos, aunque la luz lo deslumbrara, se quedaba aferrado a la carreta sin vacilar ni un instante en dejarla. Sin embargo, los minutos pasaron y la calle quedó sola. En ese instante, se movió de un lado a otro desesperado, pero no salía de su perímetro, su angustia empezó a crecer, pues su amo definitivamente no asomaba. Parecía que lo peor estaba a punto de suceder, ¿quizá su amo decidió abandonarlo? ¿quizá le pasó algo terrible en la carretera? ¿qué debía hacer el perro? No había muchas opciones, mantenerse firme y esperarlo, o en definitiva salir a correr.
Su angustia se tradujo en aullidos, pero la misión era clara; debía cuidar el vehículo, no podía moverse, y así lo hizo...
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En alguna medida, todos nacemos siendo líderes, por el solo hecho de que se nos otorga naturalmente una misión sobre la vida misma que es cuidarla y conservarla. Con el tiempo crecemos, y nos enseñan que los líderes están a cargo de organizaciones y muchas personas, y sí, los líderes se destacan por estos niveles de responsabilidades, pero todas las personas somos líderes, incluso si estamos encerrados en un psiquiátrico y tenemos que gestionar nuestros traumas y cuidar de nosotros mismos para poder salir de eso.
El centro de gravedad de todos los liderazgos se traduce en el “cuidado”; cuidamos de personas, cuidamos de procesos, cuidamos empresas, cuidamos el futuro y el presente, cuidamos los sueños y la existencia misma. Todos somos líderes, pero no todos lideran, porque no todos soportan la angustia y la ansiedad que provocan los malos vientos, no todos guardan la posición a pesar de las derrotas o la incertidumbre. Y sí, es también natural tirar la toalla y salir corriendo a buscar lo que nos hace sentir seguros, pero si quieres convertirte en un líder, debes saber que incluso la peor noche es finita, y debes mantener la mirada puesta en la misión, y por encima de cualquier cosa, cuidar lo que, o a quienes se te ha encomendado.
Hace algún tiempo escuché de un capitán que, en medio de la guerra, apenas llegaban las raciones de comida, este entregaba a cada uno de sus soldados, quedando de último a riesgo de quedar sin nada. Algunos sacrificios son justificados.
... Finalmente, el amo apareció en la esquina donde le había encomendado la misión al determinado perrito, su alegría no se cambiaba por nada, una nueva misión había sido concretada, porque aunque nadie tuviera la más mínima intención de robarles, solo aquel hombre y aquel animal embarcados en una forma de sobrevivir a las más grandes adversidades, sabían del valor que tenía cada fibra y cada latido que los acompañaba.