¿Qué pasaría si priorizáramos la humanización en cada encuentro con las personas?
Eran las 11 de la mañana, y los rayos del sol apenas se asomaban tímidos entre las montañas hasta llegar a la única ventana quebradiza del cuartito frío que le habían designado. Con más de cinco meses en la clínica, Sergio había adquirido algunos hábitos. Por ejemplo, se despertaba a las 5 de la mañana para hacer una oración. "Yo oro porque solo necesito hoy para vivir, si me muero que sea mañana", solía decir cuando lo visitaba y echaba a reírse. Conocía mejor que las enfermeras cada procedimiento, así que a las 6 estaba listo para colaborar con cada paso que se hacía. A las 7, aunque no le correspondía, coqueteaba con la comida cada vez que tenía oportunidad de percibirla, porque su condición no le permitía consumir los alimentos de manera común. Dependía de un ventilador mecánico, y la comida se había vuelto un asunto de quimeras; la gastrostomía se había convertido en el atajo entre su boca y su estómago. Por cierto, una distrofia muscular de Duchenne le había consumido la movilidad casi total de su cuerpo. Apenas podía mover el rostro y con gran esfuerzo, mientras tapaba el huequito de la traqueostomía, le salían algunas palabras. Pero nada de eso había consumido la cinética de su mente; cada día lo disfrutaba, y es que hasta envidia provocaba. "Y entonces, ¿Cuál es el secreto?", solía preguntarle cada vez que yo lo visitaba. A lo cual respondía: "El libro, doc., el libro de poemas que necesito dejar terminado", que con su escasa movilidad y con la ayuda de su cuidador, venía redactando entre horas y dictados.
Aquel día, como cualquier día y después de haber visto uno que otro capítulo de sus series favoritas, empezó a sentir como si un elefante se sentara en su pecho. El sudor lo empezó a inundar y las vueltas a la cabeza eran como si un avión fuera preso de una gran tormenta en espiral. Se trataba de un infarto, y de repente, su pulso se paró por completo.
Los médicos empezaron a reanimarlo sin respuesta alguna. Era un hombre joven que había pasado la expectativa de vida con este tipo de enfermedades, pero aún así tenía una voluntad inquebrantable de vivir, al menos, un día más, como solía decir. Pero todo apuntaba a que ese día era el mañana del que hablaba. De inmediato, los médicos activaron todos los protocolos, técnicas, y maniobras de reanimación, y en medio del calor de la situación se me ocurrió decirle a Sergio con una voz salida del corazón: "Compadre, no te vayas, el libro de poemas".
Uno de los médicos me vio con una cara como si se encontrara con la nevera pegada al techo y el grifo de agua soltando el agua contra gravedad. Solo Sergio y yo sabíamos de lo que se trataba, claro, si es que él aún me escuchaba.
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Finalmente, los médicos hicieron lo suyo, lo reanimaron. Y un par de días después, Sergio me dice: "Ni siquiera sé dónde estaba, pero en medio de la nada escuché tu voz mencionando el libro y una energía aplastadora me cubrió la vista, hasta que me desperté, eso sí, más adolorido que antes".
Me encantaría decir que Sergio se curó, volvió a caminar y recuperó su vida normal, pero un par de meses después murió, eso sí, superando cualquier expectativa de tiempo para la enfermedad que tenía. Sin embargo, una cosa cambió para cuando volvió a irse. Días antes de su muerte, me contó con mucha alegría: "Daniel, terminé los poemas, creo que estoy listo". Sabía que debía dejarlo ir, su misión había concluido, porque aunque nunca pretendió ni siquiera publicarlo, se había trazado un propósito que más allá de escribir unas cuantas páginas, lo conectaba con la vida y lo que había hecho hasta su último momento, disfrutar la vida a pesar de...
Y entonces, querido lector, líder, gerente, médico, psicólogo, en últimas, persona que estás leyendo. ¿Qué es la humanización en salud? Ya habrá tiempo para definirla. Lo único que sé es que cualquier encuentro humano genuino y auténtico que se basa en el cuidado, la empatía y el amor puede trascender eso que llamamos espíritu y encontrarnos de frente con aquello que llamamos cielo o paraíso, incluso en la tierra, el día o la noche, y también en la tragedia. Porque al final venimos al mundo sobreviviendo al infinito pasado que desconocemos, pero con la gran misión de partir algún día y haber hecho todo lo que estuvo en nuestras manos para que haya valido la pena nuestro paso, pero nunca solos, siempre con y para los demás.
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10 mesesUna excelente lección, un excelente escritor! Gracias por recordarnos lo importante de la humanidad. 🙏