Humanizar la atención en salud: ¿Una necesidad o una redundancia?
Y en el sistema de salud ¿Qué hay más allá de las políticas públicas, hospitales y batas blancas?
En 2014, estuve en una situación bastante complicada: lejos del país, con una enfermedad que me tenía con dolores insoportables y sin poder mover las piernas. El miedo a sufrir y morir solo me invadía. Cuando llegué al hospital en New Jersey, lo último que esperaba encontrar era un ambiente acogedor, si no las filas a las cuales estaba acostumbrado. Pero para mi sorpresa, desde el momento en que entré, me sentí como en casa.
La sala de espera era como una pequeña sala de estar, con sofás cómodos, revistas y hasta una máquina de café. Nada de esas salas frías y llenas de tensión que uno suele imaginar. Y cuando me atendieron, el doctor fue más que un médico: fue una persona que me escuchó, me explicó todo con paciencia y hasta me preguntó en qué idioma me sentía más cómodo.
Después de los exámenes, el doctor volvió con una sonrisa y me dijo: "Tenemos un plan para ti. Vas a estar como nuevo en poco tiempo". Y así fue. Durante los quince días que duró mi tratamiento, el doctor no solo se encargó de recetar los medicamentos adecuados, sino que también me llamó por teléfono varias veces para preguntarme cómo me sentía y si tenía alguna duda hasta que volví a su consulta completamente curado. ¡Imagínate! Un médico, llamando a su paciente por teléfono para asegurarse de que todo iba bien. Eso no tiene precio. Además del tratamiento orgánico, hubo un soporte emocional que garantizo una seguridad moral y psicológica fundamental en cualquier tipo de tratamiento.
Aquel evento partió en dos mi historia sobre la visión de la atención en salud y, desde entonces, creo que lo que hace que te sientas humano es, sencillamente, otro humano. ¿Se imaginan el hospital con programas, procesos, políticas, lemas y marketing sobre humanización? Si al final, el médico me hubiese tratado como uno más... El único lema que el hospital tenía, y lo encontré tiempo después, era: "Las personas nos importan de verdad". Un lema que nadie me lo vendió con palabras, sino en un continuum de hechos que marcaron mi vida y mi salud.
Pero no todas las historias resultan ser tan bellas. Hace poco, conocí a una persona con diagnóstico de cáncer de pulmón en una fase muy avanzada que llevaba dos meses recluido en un hospital, más allá del diagnóstico y el "te queda muy poco", sumada la mecánica del cuidado rutinario, no le había dado mas información, no sucedía nada, así que esta persona y su familia vivían en una incertidumbre absoluta. Se trataba de una clínica donde había tanta demanda de servicios que, aunque le sobraban lemas, programas y políticas de humanización, lo que esta persona sentía era que su cuidado era más un asunto de ingeniería que de personas que se preocupan por personas
Esta experiencia me hizo reflexionar sobre nuestra especie. Hemos evolucionado durante miles de años, dominando la naturaleza y creando tecnologías increíbles. Sin embargo, en ocasiones, parecemos olvidar que detrás de todos nuestros logros, somos seres sociales que necesitan conexión, empatía y cuidado.
La humanización en la salud no es una opción, sino una necesidad imperante. En un mundo cada vez más tecnológico y acelerado, es fundamental recordar que la atención médica debe centrarse en la persona, en sus necesidades y en su bienestar emocional.
Hasta que nuestra especie no comprenda que necesitamos construir una relación genuina y de cuidado con los otros y todo lo que nos rodea, la humanización seguirá siendo una “redundancia necesaria”, pero en esta época, más que redundancia, una necesidad sentida que se convierte en el síntoma de que necesitamos retornar a nuestra esencia, porque en un sistema de salud, más allá de cualquier pared, protocolo o etiqueta, son las personas en cualquier rol las que le otorgan un sentido, y son las relaciones entre estas las que facilitan cualquier interpretación de lo que hoy llamamos “cura”.