Panóptico digital. ¿Qué pasa con la privacidad?
El mes pasado mencionamos al filósofo Byung-Chul Han y el concepto de panóptico digital y cómo el mundo se desarrolla en pos de formar un gran panóptico. Hoy, queremos profundizar sobre este concepto a raíz de dos fenómenos distintos pero relacionados que están sucediendo con mayor frecuencia: el primero es la caza de youtubers en Andorra y el segundo el llamado estado de vigilancia de TikTok. ¿Qué son y qué significan estos fenómenos?
Lo primero que tenemos que saber es que Andorra se ha transformado en una especie de paraíso fiscal para los youtubers españoles, especialmente los más grandes como Rubius, AuronPlay, The Crefg, entre otros, quienes han decidido mudarse a Andorra en donde la carga impositiva es mucho menor. A raíz de éste éxodo de creadores de contenido a este país, algunos llamados fans empezaron con la caza de youtubers, que consiste en encontrar las casas en donde viven y mostrarlas en videos de Youtube. Esto de por sí ya es bastante controversial porque no se trata de un MTV Crib más moderno, en donde hay una producción y, sobre todo, consentimiento de parte de las personas. Sin embargo, no termina acá porque cuando encuentran dónde viven los creadores de contenido le tocan la puerta, se asoman por las ventanas o ponen parlantes con música o incluso audios de sus videos para llamar su atención. Sí, súper creepy.
En este video de Lean Riccio podemos ver varios ejemplos al respecto y cómo afecta el estado de ánimo y el trabajo de los creadores de contenido. El más claro se dio durante un streaming de El Rubius que tuvo que ser interrumpido porque alguien le estaba tocando el timbre sin parar y donde el youtuber dice “no quiero que nadie me encuentre, sólo quiero que me dejen vivir en paz”. Esta frase toma aún más sentido sabiendo que Rubius sufrió varias crisis de ansiedad graves por las que tuvo que retirarse de Youtube por más de un año para recomponerse.
El segundo fenómeno que queremos analizar es el llamado estado de vigilancia de TikTok. Todo empezó con este video donde un usuario escuchó la conversación de un grupo de amigos planeando una fiesta un fin de semana donde una tal Marissa no iba a estar. Este chico decidió hacer un video contando lo que había escuchado y pidiendo que lo ayuden a encontrar a Marisa para que se entere. Y la encontraron. La historia tiene un plot twist en el que Marisa fundó el Club No More Lonely Friends, con el que hace giras por diferentes ciudades de Estados Unidos en donde extraños se juntan en un espacio seguro para hacer amigos.
Esta historia aislada puede hasta parecer un tanto simpática, pero deja de serlo cuando se transforma en algo cotidiano. Ese video viral inspiró, por decirlo de alguna manera, a otras personas que estaban al tanto de chismes entre extraños a difundirlos en TikTok con la esperanza de que se viralice. En respuesta a esto, muchos usuarios de la plataforma se alzaron en defensa de la libertad de las personas a hablar mal sobre otras, como en este video. Dice: “estoy cansada de ir a un restaurante y tener que susurrar mi mierda porque vivo con el temor de que uno de ustedes en TikTok lo publique y le diga a mis amigos”.
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El primer punto de la caza de youtubers puede llamar menos la atención ya que, aunque estas acciones son totalmente repudiables, siempre hubo sacados anhelando violar la privacidad de gente famosa, o mejor dicho en estos tiempos, mainstream. Pero ¿qué pasa cuando eso permea a la sociedad, hacia gente anónima que siente que tiene que susurrar sus conversaciones por miedo a que las filmen y lo suban a una plataforma? ¿Qué pasa cuando el panóptico se hace más real que nunca?
Bueno, hay 3 puntos claves para reflexionar acá:
En Be Influencers estamos convencidos de que estamos viviendo un momento bisagra en la historia con muchos cambios en muy poco tiempo y reflexionamos todo el tiempo (con más preguntas que respuestas) hacia dónde nos va a llevar la era digital. También estamos seguros de que las posibilidades y el potencial son enormes pero si no entendemos los límites básicos, nos vamos a transformar en presos de nuestro propio progreso.