A vueltas con el colectivismo
A raíz de un post publicado por Marc Vidal en esta red social he vuelto a reflexionar en referencia al concepto de colectivismo, magistralmente tratado por la filósofa estadounidense de origen ruso Ayn Rand, especialmente en sus obras “The Fountainhead” y “Atlas Shrugged”.
Se quejaba Marc de la campaña iniciada en contra de la publicación de contenidos de carácter político en Linkedin. Y más concretamente de que le metieran en ese saco, por ser políticamente incorrecto, pensar fuera de la caja y, no pocas veces, denunciar que el rey está desnudo.
El colectivismo se conoce en general como aquella doctrina que propone un sistema social, político y económico donde los medios de producción deben estar en manos del Estado o la comunidad.
Rand va un poco más allá en su definición y considera que el colectivismo busca someter al individuo a un grupo, encadenando al ser humano a la acción y el pensamiento colectivos con la justificación del “bien común”.
El individuo solo tiene valor dentro del grupo y en la medida en que sirve al conjunto. Así, el sujeto deja de tener derechos y el colectivo puede disponer de él como le plazca. Obviamente esta ideología enlaza con el estatismo y su monopolio de la violencia. No existe otra forma de subyugar a todas las personas que la imposición por la fuerza física.
El fascismo y el comunismo son variantes del mismo principio estatista, basado en el ideal colectivista de que el Estado se sitúa por encima del individuo, estando el segundo supeditado al primero. Una élite debe gobernar sobre todos, al estilo “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”. ¿Os suena?
Porque, no nos engañemos, este es el fin que justifica cualquier medio. Ellos saben mejor que tú lo que te conviene; no pienses, ellos lo harán por ti. Quieren meterse a decidir hasta en los aspectos más íntimos y pequeños de tu vida. Y no se te ocurra disentir, o serás cancelado.
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Por desgracia, el espíritu de las novelas de Rand está de plena actualidad. Existen infinidad de Ellsworth Toohey a nuestro alrededor. Seres pequeños y ruines cuya propia mediocridad e infeliz existencia les empuja a inmiscuirse en la vida de los otras.
La excusa es el bien común, pero en el fondo es una cuestión de poder. ¿Por qué? ¿Qué es el bien común? ¿Cómo puede algo ser bueno para todos los individuos? ¿Quién decide lo que es bueno y lo que no?
En oposición, surgen las figuras de héroes como Howard Roarke, Hank Rearden o el mítico John Galt. Personas que abrieron nuevos caminos armadas tan sólo con su visión y su razón. Que no se plegaron a la presión de la masa y triunfaron siguiendo sus propios criterios, con independencia de pensamiento y obra.
Ahora, nos encontramos con aquellos que quieren impedir que se hable de política en Linkedin. ¿No sería más sencillo para estos liberticidas no seguir y/o bloquear a aquellos perfiles que tratan temas que les desagradan? ¿Por qué tienen que decirles a los demás qué temas deben tocar?
Distinta cosa sería que la propia red asuma estos postulados y cambié las reglas del juego. Ahí no te quedaría otra que salirte o aceptar las normas. Pero, ¿tendría sentido esto? ¿No se trata de una red profesional? ¿No hay políticos profesionales? ¿Por qué impedir que se expresen en libertad? ¿Por qué ese miedo a la libertad?
Además, no se puede obviar que, por desgracia, la economía y la política están íntimamente ligadas. Esta es la consecuencia de que los fatalmente arrogantes pretendan diseñarla desde sus despachos y con información limitada. Si millones de agentes económicos operan diariamente con aciertos y errores en sus decisiones económicas, ¿cómo osan estos burócratas pensar que pueden acertar?
En un mundo globalizado, todo está interconectado. Así que tengan la piel menos fina, y lean opiniones contrarias a las suyas o hagan curación de contenidos…
Economista con habilidad para comunicar
2 añosMuy bueno, Fernando!