El arte de saber callar: cómo el silencio potencia la creatividad y el bienestar en el trabajo
"Escucha y serás sabio. El comienzo de la auténtica sabiduría es parte del silencio”. Pitágoras
El silencio ha sido venerado y practicado en diversas culturas y tradiciones a lo largo de la historia. En el contexto de las instituciones iniciáticas y espirituales, no solo es una práctica común, sino también una herramienta poderosa para la autoconciencia y el crecimiento personal, para separar la razón de las emociones.
La disciplina del silencio según Pitágoras exigía que todo alumno pasara 5 años de riguroso silencio (dos si era una persona de carácter templado y sereno). De este modo y, según sus propias palabras, el alma humana podía volver a su propio hogar para despegarse de todo artificio u objeto externo. Para Pitágoras, disciplinar la lengua era el único modo para aquietar la mente, las necesidades del cuerpo y los sufrimientos del alma.
En la cultura japonesa, el silencio es una parte integral del "ma", que representa el espacio entre los sonidos y las acciones, permitiendo que la comunicación no verbal y las emociones encuentren su propio espacio. Ma (間) es un término japonés que podría traducirse como pausa, espacio, abertura o intervalo. No se trata simplemente de un vacío o la falta de contenido, sino de un espacio consciente, una pausa que resalta las otras partes de la obra o incluso genera nuevos significados. Según la filosofía japonesa, ese espacio estaría lleno de energía, y podría inducir un estado contemplativo en el cual es posible apreciar la expansión del espacio y del tiempo.
En nuestra cultura occidental, Fernando Ulloa, médico psicoanalista y referente del desarrollo del psicoanálisis en la Argentina, hablaba de “la estructura de demora”. Él decía que “advertir lo que nos acontece (en la escucha analítica) es la base de la estructura de demora.” (…) “Uno tiene recuerdos, pensamientos y no los dice, los demora (…) Eso acrecienta la escucha”. Si bien Ulloa generó este concepto para la práctica del análisis, me gusta extrapolarlo a la vida profesional y pensarlo como el espacio que media entre lo que siento y lo que expreso. Como ese tiempo que me permite reflexionar acerca de lo que estoy sintiendo (generalmente displacentero) y “traducirlo” en algo de valor en la conversación y en el vínculo.
Los efectos del silencio
Buceando en la literatura acerca del silencio, me encontré con un artículo de Daniel A Gross, publicado hace casi 10 años: This is your brain on silence. Allí explica cómo el ruido afecta nuestro cerebro: las ondas de sonido vibran en los huesos del oído, que transmiten el movimiento a la cóclea y convierte las vibraciones físicas en señales eléctricas. El cuerpo reacciona inmediatamente a estas señales, incluso en medio del sueño profundo. Estos ruidos primero activan la amígdala, cúmulos de neuronas ubicados en los lóbulos temporales del cerebro (asociados con la formación de memoria y emociones) y esta activación detona una inmediata liberación de hormonas de estrés como el cortisol. Las personas que están continuamente expuestas a entornos ruidosos sufren de niveles de estrés elevados de forma crónica.
Las investigaciones no sólo han comprobado las consecuencias del ruido, sino los beneficios del silencio. En el mismo artículo, Gross cita una investigación de Imke Kirste, bióloga de la Universidad de Duke en 2013, quien estaba examinando los efectos de los sonidos en el cerebro de ratones adultos. Kirste descubrió que dos horas de silencio al día estimulaban el desarrollo celular en el hipocampo de los ratones, la región del cerebro relacionada con la formación de la memoria, que involucra los sentidos. Esto la desconcertó: la ausencia total de información estaba teniendo un efecto más pronunciado que cualquier tipo de información probada. Quizás por eso muchos autores sostienen que el silencio no existe sin el sonido, así como la luz no existe sin la oscuridad. El crecimiento de nuevas células en el cerebro no siempre tiene beneficios para la salud, pero en este caso, Kirste sostiene que las células parecieron convertirse en neuronas funcionales.
Los beneficios comprobados del silencio son múltiples:
El Silencio como un pilar del bienestar y la creatividad en el trabajo
La palabra "ruido" (noise) proviene de una raíz latina que significa náuseas o dolor. Es decir, el ruido, históricamente, ha sido vinculado a una sensación desagradable. Sin embargo y aunque los beneficios del silencio están a la vista, hoy en día parecería existir un mayor miedo al silencio que al mismo ruido.
La bibliografía consultada señala que ha surgido una tendencia significativa: el miedo al silencio, o lo que algunos han llamado fobia a la sedación o sedatofobia. Se origina del griego Sedate, que significa "silencioso, dormido o muerto", y Phobos, que significa "aversión, miedo o miedo mórbido" y puede manifestarse en personas que se sienten incómodas, ansiosas o aterrorizadas en entornos silenciosos, relacionado con experiencias traumáticas, ansiedad generalizada o incluso el aislamiento o la inseguridad (vale aclarar que hasta el momento no es una fobia reconocida en la literatura diagnóstica, por ejemplo en el DM-5)
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Comprender este “miedo al silencio”, nos permite gestionarlo mejor. Para eso, veamos el impacto de ciertos “ruidos” en nuestra vida. En la sociedad actual se ha encontrado que las conversaciones fluidas se asocian con sentimientos de pertenencia, autoestima y validación social (Koudenburg et al., 2011). Estas conversaciones refuerzan nuestro sentido de pertenencia social, nos afirman como miembros del grupo, nos dan una sensación de control sobre las relaciones interpersonales y juegan un papel crucial en nuestra autoestima. Si un breve silencio interrumpe este flujo, pueden surgir emociones negativas y sentimientos de aislamiento. En el “espacio tranquilo entre las palabras habladas se esconde la incertidumbre”, sostiene Koudenburg (Namkje Koudenburg, Universidad de Groninga, Países Bajos, publicado en el Journal of Experimental Social Psychology). Los seres humanos generalmente no aceptamos bien la incertidumbre: lo que no sabemos, no lo podemos controlar, y lo que no podemos controlar nos arroja a un limbo inseguro y peligroso, donde la anticipación sobre lo que se podría decir o cómo responderán los demás alimenta la ansiedad.
Incluso cuando estamos solos, el silencio puede ser siniestro; no podemos escapar de nuestros pensamientos automáticos, particularmente los que resaltan miedos e inseguridades. Los momentos de silencio no estructurados también pueden hacernos conscientes de aspectos de nosotros mismos y de la vida que la estructura del ruido ahoga.
Gestionar el silencio. Un superpoder cada vez más valorado
Con el ritmo acelerado de hoy, la capacidad de gestionar el silencio parecería ser un superpoder que puede tener un impacto profundo en la salud mental y el bienestar general de las personas. Vivimos en una era donde el ruido, tanto literal como figurativo, domina nuestras vidas (miremos una semana atrás el “ruido” generado por la campaña electoral en Uruguay). Desde las constantes notificaciones de nuestros teléfonos hasta las reuniones interminables, el entorno laboral moderno rara vez ofrece un respiro del bombardeo continuo de información.
El ámbito laboral (como parte de la vida) puede ayudar a generar espacios de silencio, o puede llegar a potenciar ruidos casi insoportables. Son muchos los ejemplos de prácticas en las que saber gestionar el silencio se podría considerar realmente un superpoder. En las negociaciones o la resolución de conflictos, el silencio puede ser una herramienta poderosa para dar espacio a la otra parte para pensar y gestionar mejor la información. En la resolución de conflictos, las pausas silenciosas permiten a las partes involucradas mayor tranquilidad y considerar las soluciones de manera más objetiva. En las evaluaciones de Desempeño el silencio puede proporcionar un espacio para que las personas involucradas procesen la retroalimentación y respondan de manera más reflexiva.
La aversión al silencio parecería ser una conducta adquirida, por lo que podríamos pensar que es posible cambiarla.
En el plano de la organización, capacitar a los equipos (comenzando por los líderes) es gestión efectiva de las conversaciones y de las emociones (ya que muchas veces el “ruido” no es externo), es un buen primer paso. Incluir pausas de silencio durante las reuniones o durante la jornada laboral puede fomentar una mayor reflexión y permitir que todos los participantes procesen la información y aporten ideas más profundas y bien pensadas.
En el plano individual, algunos autores sostienen que se aprende a salir del silencio. Si el silencio dura más de 45 segundos, sugieren decir: “Lo que dije parece haberte hecho sentir incómodo. ¿Querés volver a conversarlo después de que hayamos tenido un tiempo para pensarlo? Esperar de 2 a 3 segundos después de que alguien haya dejado de hablar para responder es una buena práctica. Aunque parezca ridículo, en un mundo ansioso como el actual, esta “estructura de demora” es muy poco practicada. Estamos más preparados para responder, que para hacer silencio.
Capacitar y desarrollar prácticas dentro del horario de trabajo como la meditación de atención plena o el mindfulness dos o tres minutos al día, es una buena práctica. No todas las personas se sienten cómodas con este tipo de acciones, por lo que lo importante es encontrar esos espacios de silencio (alguien una vez me dijo, en un taller sobre gestión del stress que no podía cerrar los ojos en una actividad. Es importante encontrar técnicas que lleguen a todas las personas y recordar que el silencio no es ausencia de ruido)
Si pensamos al silencio desde el funcionamiento del cerebro, los beneficios son incontables. Es fundamental para el sueño y el descanso, revitaliza la energía mental y física, mejora la memoria, la concentración y la predisposición a las interacciones sociales. Además, disminuye los niveles de cortisol y glucosa en el cerebro, alejando a la persona de estados de ansiedad, enojo o impaciencia.. Además reduce los niveles de cortisol y glucosa en el cerebro, alejando a una persona de estados cercanos a la ansiedad, el enojo o la impaciencia. No solo mejora la salud mental y el bienestar de las personas, sino que también fomenta un entorno donde la creatividad, la productividad y la toma de decisiones estratégicas pueden florecer. Pero quizás su mayor valor procede de una obviedad: el silencio despliega un espacio que invita a la escucha, la observación y las distintas formas de la atención consciente.
“El silencio es una fuente de gran fortaleza”, dijo Lao Tse. Me gusta pensar que cambiar hábitos es como ir al gimnasio: se necesita un esfuerzo sostenido para desarrollar un músculo. Integrar la información sensorial del entorno en nuestra experiencia consciente puede tomar apenas medio segundo. Sin embargo, dedicar tiempo a sentarse en silencio de manera prolongada a menudo fomenta conexiones más significativas y contribuye a una vida más saludable en general.
Bibliografía Consultada
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5 mesesQue maravilloso Bea, gracias y felicitaciones!
Magíster en Psicología Educacional I Lic. en Cs. de la Educación I Lic. en Psicologia
5 mesesExcelente artículo Bea, siempre es un disfrute leerte. Hace un tiempo leí, “Biografía del silencio de Pablo D'Ors y encontré también un enfoque interesante.