¡El enemigo es el Ego!
Recuerdo una portada de la revista “Times” de algunos años, donde salía una adolescente tomándose una selfie y en el titular decía “La generación yo” y hablaba de cómo poco a poco las redes sociales y la tecnología iba dándole tanta importancia al “Yo” hablando de los mileniales y sus prioridades. Amigos, esto no es nada nuevo. El culto al “yo” es algo que está desde siempre y por eso me encantó cuando lei un libro que se llamaba tal cual este título, “El enemigo es el Ego”
Tampoco estoy hablando de situaciones crónicas, donde el narcisismo, y otras condiciones toman control de nuestro comportamiento. Hablo el ego clásico, infiltrado y sin darnos cuenta, que nos contamina prácticamente a diario.
Lo sutil del ego, es que se esconde de tal manera, que se nos vuelve cómodo y aprendemos a convivir con ello.
Algunas perspectivas al respecto: para poder ser alguien en nuestra vida, debemos ser aprendices empedernidos. Una de las frases con las que siempre inauguran la cumbre global de Liderazgo en el mundo es: “Si tenemos la humildad suficiente, para aprender unos de otros, sin criticarnos, sin atacarnos, a pesar de lo diferentes que podamos ser ¡Grandes cosas pueden ocurrir!
El ego, en el mundo de los negocios, puede quitarnos esa chispa inicial, esa inquietud y curiosidad de aprendiz que siempre tenemos cuando somos nuevos en algo. Sobre todo en un puesto de trabajo. Incluso, hay lugares donde hasta le dicen a uno… “No te apresures, aquí siempre hemos hecho las cosas así”, y nos terminamos acomodando, o aprovechamos a apagar a los nuevos que puedan aportar algo a nosotros.
En el mismo liderazgo, el ego nos convierte en líderes inseguros. ¿Ha tenido un jefe, que todos los días hay que demostrarle que él es el jefe y usted el súbdito? Es una de las cosas más difíciles que hay porque toca masajearle su ego a diario para que no tenga temor de que uno le quitará el puesto.
El ego se infiltra en las relaciones de pareja, en la lucha de “Yo tengo la razón y punto” o bien hasta en la economía, cuando no tenemos plata y escuchamos esa voz consejera que nos dice “Date el gusto, te lo mereces, para eso trabajás” He visto personas maravillosas que a causa de su ego, o bien este mismo ego nos lleva a ser orgullosos.
Culturalmente tenemos un comportamiento casi de que: “Yo no boté eso, no tengo porque levantarlo” o bien “Que lo haga otro” El ego es tan mal consejero, que evita pidamos ayuda de otros, o afecta directamente en nuestra toma de decisiones, todo porque estamos ensimismados en lo que creemos.
¿Cuál es el antídoto? Mucho es, servir a otros. Cuando nos desenfocamos en nosotros mismos y comenzamos a pensar en los demás, eso es un tremendo baño de humildad para nuestro ego y empezamos a tener una perspectiva diferente de la vida. Y como todo lo exageramos, no estoy diciendo que tenga que ser la nueva madre Teresa de Calculta. Estoy diciendo que sirva desinteresadamente a su familia. A sus compañeros de trabajo. Interésese por como se sienten, pregúnteles si hay algo que pueda ayudarles. Con uno al día que usted ayude le garantizo que muchas cosas cambiarán en su vida para bien y cambiará la vida de otros.
Hará muchos amigos, pero sobre todo comenzará a convertirse en un gran aprendiz, porque todos tenemos algo que aprender de otros. Lo que nos lleva al mejor antídoto de todos: Pida ayuda, cuando lo necesite. Eso si que nos hace pequeño el ego y nos ayuda a saber, que no somos el centro del universo y ocupamos los unos de los otros.