«En la inteligencia ejecutiva reside nuestra grandeza y nuestra esperanza.»

«En la inteligencia ejecutiva reside nuestra grandeza y nuestra esperanza.»

«La educación puede actuar construyendo una inteligencia generadora fértil, eficiente y dócil a las metas de la inteligencia ejecutiva, y construyendo una inteligencia ejecutiva eficaz y con buenos criterios de evaluación».

José Antonio Marina

Esta semana la he destinado a releer el libro escrito a cuatro manos entre José Antonio Marina y Carmen Pellicer, La inteligencia que aprende, cuyo subtítulo reza: La inteligencia ejecutiva explicada a los docentes..

¿Quién es Carmen Pellicer?

«Es fundamental que la escuela sea creadora de igualdad, creadora de democracia, creadora de valor y creadora, sobre todo, de posibilidades de elección de futuro».

Carmen Pellice

Entre otras muchas cosas, Carmen Pellicer es teóloga, pedagoga y escritora. Ejerce de presidenta de la Fundación Trilema desde 1998. Además tiene la titularidad de siete centros educativos en Manises y La Pobla Llarga (Valencia), Madrid, Soria y Zamora, en los que se aplican las innovaciones pedagógicas para conseguir la inclusión, un enfoque multidisciplinar y la personalización.

Desde 2016, Carmen Pellicer es también una de las emprendedoras sociales referentes de la red global de Ashoka en el ámbito de la educación: ashoka fellow.

En la actualidad, dirige la revista Cuadernos de Pedagogía, en la que quien suscribe estas líneas ha publicado diversos paper, siendo el primero (2020) un encargo del propio José Antonio Marina sobre la educación del inconsciente matemático para un monográfico dedicado a la memoria.

Fundó junto con José Antonio Marina la Cátedra de Inteligencia Ejecutiva de la Universidad Nebrija, de la que en la actualidad es Subdirectora.

Dirige el Máster Learning Leaders (MLL) para la capacitación de líderes en innovación, con titulación de la Universidad Cardenal Spínola CEU de Sevilla.

Preside AECOPE, la Asociación Española de Coaching Pedagógico y Evaluación Educativa, y con su equipo lleva realizando programas de Coaching y Desarrollo Profesional Docente en más de 3.000 centros escolares.

Asimismo, dirige el Proyecto Cómo educar el Talento Emprendedor de la Fundación Princesa de Girona (FPdGI).

Educar la inteligencia creadora

«La virtud es el hábito de la excelencia y conecta la inteligencia ejecutiva con la inteligencia generadora».

José Antonio Marina


El año 1993, en su celebradísimo libro Teoría de la inteligencia creadora, José Antonio Marina afirmaba que estaba buscando el secreto que hiciera posible educar lo que él llama el bucle prodigioso, por ejemplo: «lo que le permite ganar a un atleta las olimpiadas, a un escritor hacer su obra maestra, o más modestamente, pero no menos importante, conseguir que un adolescente con dificultades apruebe la ESO, o también ayudar a parejas a que superen sus dificultades.»

A esa búsqueda encomiable, JAM indirectamente ha destinado gran parte de su extensa bibliografía, y directamente, al menos. siete libros:

· La educación del talento (2010)

· El cerebro infantil: la gran oportunidad (2011).

· Los secretos de la motivación (2011).

· La inteligencia ejecutiva (2012).

· El talento adolescente (2014).

· La inteligencia que aprende (2015).

· Objetivo: Generar talento (2016).

Heredera incuestionable de la obra del propio Marina, al que considero mi mentor accidental, mi tarea investigadora, por encargo explícito de este, se ha centrado en la educación del inconsciente, es decir, en palabras suyas, de la inteligencia generadora. A este fin he escrito innumerables artículos divulgativos, siete papers, un libro, Genial mente: Las claves de la inteligencia, el talento y la creatividad (2014) y un e-book, Educada mente: Manual de Neuroeducación Positiva (2024).

Sin embargo, una vez finalizada la relectura de la totalidad de la obra de Marina, dentro del proyecto Conversaciones con mi mentor ..

.... que ha originado dos manuscritos (1ª Parte: Época gris marengo y 2ª parte: Escuela de vida), en apenas diez días tengo decidido iniciar la elaboración de un nuevo ensayo: Aprendices de demiurgos, en el que voy a abordar, tanto desde un punto de vista teórico, como, y muy especialmente, desde un punto de vista práctico la educación de la inteligencia dual (consciente e inconsciente/ejecutiva y generadora)

.A pesar de que, como he comentado más arriba, mi labor investigadora se ha centrado sobre todo en la educación del inconsciente, en mi último artículo científico aceptado y publicado, Se debe educar conscientemente el inconsciente creativo (Cuadernos de pedagogía, nº 551, marzo de 2024) ya me hacía eco de la importancia de la inteligencia ejecutiva, por lo menos, a la hora de nutrir la Memoria, es decir, la inteligencia generadora.

En este sentido, hacía mía la metáfora que el Dr. Carlos García-Delgado utiliza sabiamente en su excelente libro, El yo creativo (2022) ..

.... donde el autor presenta la Teoría cibernética de la creatividad, que correlaciona con el modelo dual de la inteligencia propuesto por José Antonio Marina antes comentado: «El sistema cibernético M-C -expone- está formado por una parte básica, o motriz (contenedor de información o Memoria imaginativa -M-) capaz de combinar. sus datos, y por un elemento de control al que llamamos Consciencia -C-, capaz de dirigir el proceso. Para acabar afirmando que el sistema bipolar M-C es el responsable de la creatividad.»

Es interesante destacar que el autor de El yo creativo enfatiza la autonomía de la Memoria imaginativa frente a la Consciencia, presentando como prueba su capacidad para generar mientras dormimos, es decir, inconscientemente, nuestras indeseadas pesadillas.

En la feliz metáfora de García-Delgado se identifica el consciente con el jinete que monta un caballo, que viene a representar el inconsciente. Aquel recibe la información del animal y, una vez la ha interpretado, le envía órdenes a este para controlarlo y dirigirlo. De manera que el caballo (nuestro inconsciente) es autónomo frente al jinete (nuestro consciente), pero no debe actuar a su libre albedrío. El équido tiene que ser adiestrado (la inteligencia generadora tiene que ser educada) por el yóquey (la inteligencia ejecutiva), de modo que, tras un período de entrenamiento, la memoria muscular del animal recordará las órdenes de su amo. con lo que aumentará la probabilidad de un comportamiento previsible y orientado al eventual objetivo de ganar la carrera.

.«La educación tiene un doble objetivo: ayudar a configurar la inteligencia generadora y ayudar a configurar la inteligencia ejecutiva.»


Ficha técnica

Título: La inteligencia que aprende

Autores: José Antonio Marina y Carmen Pellicer

Nº de páginas: 216

Editorial: SANTILLANA

Año de la 1ª edición: 2015

Plaza de edición: Barcelona


En La inteligencia que aprende los autores presentan un modelo integrador y completo de inteligencia, la Teoría Ejecutiva de la Inteligencia. El punto de partida de este modelo sostiene que la función principal de la inteligencia a todos los niveles es dirigir el comportamiento para resolver los problemas que plantea una situación.

La inteligencia ejecutiva, que opera a nivel consciente y que reside en los lóbulos frontales, dirige una poderosa maquinaria de ocurrencias inconscientes , la inteligencia generadora –que no conocemos del todo– hacia metas elegidas voluntariamente.

Se trata de una obra escrita en forma de manual, ya que se dirige fundamentalmente a docentes, donde en La primera parte se describen las funciones ejecutivas, y en la segunda se recoge su didáctica.

Según los autores: «Hay datos suficientes para afirmar que las funciones ejecutivas se pueden mejorar mediante distintos tipos de entrenamiento. Ahora sabemos que el niño comienza a desarrollarlas muy precozmente, y que esa evolución, genéticamente dirigida, está educativamente influida. Se construyen, pues, en interacción con el entorno.»

José Antonio Marina y Carmen Pellicer, se centran en buscar las claves que hacen que las mentes de los alumnos se pongan en acción con el doble objetivo de comprender mejor lo que hay detrás de sus reacciones y comportamientos y de ayudar a diseñar las aulas de una manera creativa y rigurosa para poder hacer el aprendizaje más fácil a todos.

Puesto que «entrevistar» un manual donde, para mayor dificultad, se mezclan las voces de estos dos extraordinarios pedagogos, es una tarea harto compleja, en esta ocasión me permito «conversar» con JAM, a partir de, por supuesto, el libro La inteligencia que aprende, pero también del séptimo capítulo de Objetivo: General talento, que la semana pasada no se pudo comentar por falta de espacio, y, asimismo, de sus diferentes artículos dedicados a la educación de la inteligencia ejecutiva.

Querido JA, ¿Cómo definirías la inteligencia ejecutiva?

El cerebro humano, como hemos hablado en muchas ocasiones, Quim, realiza continuamente operaciones que captan, interpretan, relacionan y guardan información. Una parte de ese iconocimiento implícito pasa a estado consciente, en forma de ideas, imágenes, sentimientos, deseos, etc. Llamamos inteligencia generadora a esa fuente de ocurrencias. A partir de esa información consciente, el sujeto puede controlar de forma más o menos efectiva su comportamiento y dirigir el funcionamiento de la inteligencia generadora. Pues bien, se denomina inteligencia ejecutiva a la capacidad de autogestionar el propio funcionamiento cerebral. Así pues, insisto una vez más, la inteligencia humana opera en dos niveles: el generador (no consciente) y el ejecutivo (consciente).

¿Autogestionar?

Mediante la capacidad de autogestión (autocontrol o autodeterminación) la inteligencia ejecutiva dirige las funciones psicológicas básicas (percepción, atención, memoria, motivación, emociones, toma de decisiones, esquemas musculares), transfigurándolas al poder orientarlas a metas intencionadamente seleccionadas. Esta es la GRAN TRANSFORMACIÓN, el gran salto evolutivo, lo que nos separa de nuestros antepasados animales. Nos permite inventar grandes proyectos, que superan nuestras capacidades, pero que nos impulsan a entrenarnos y, mediante ese entrenamiento, conseguir hacer lo que antes nos resultaba imposible. Este es el dinamismo expansivo del ser humano.

Sin embargo, un entrenamiento suele requerir un entrenador ...

A lo largo de la evolución el modo de vivir grupal derivó en el caso humano hacia un modo de vivir más individualizado, y los comportamientos innatos fueron prolongados o sustituidos por otros aprendidos. Cada ser humano aprendió a ser el regulador de su propia conducta. El entrenador exterior indispensable en la infancia debía ser sustituido por el entrenador interno, que es, en efecto, la inteligencia ejecutiva capaz de autogestionarse.

En otros libros has afirmado que el pensamiento humano es lingüístico. ¿Qué papel juega el lenguaje en la inteligencia ejecutiva?

La inteligencia ejecutiva ha aparecido tardíamente en la evolución, paralelamente al crecimiento de los lóbulos frontales. Como señalaron Vigotsky y Luria, la aparición del lenguaje contribuyó de manera extraordinaria a ampliar la capacidad ejecutiva del ser humano. Una y otra vez he vuelto a él a lo largo de mi vida, porque me parece la más compleja y prodigiosa creación humana y estoy seguro de que si pudiéramos entenderlo comprenderíamos nuestro cerebro y nuestra inteligencia. Ten en cuenta, Quim, que el lenguaje se ha instalado en lo más profundo de nuestro cerebro.

¡Desde luego, JA!

Antes hablábamos de la autogestión. El niño, que nace sin autocontrol lo va adquiriendo. Es una gran proeza que revela su genialidad. El bebé no domina su propio sistema nervioso, pero pronto aprende a obedecer las órdenes de su madre, para luego obedecerse a sí mismo. Es un momento glorioso. Ese fue el gran descubrimiento de Vigotski. Nos enseñan que el lenguaje es un medio de comunicación con los demás, pero además nos sirve para dialogar con nosotros mismos. De manera que mediante él la inteligencia generadora se comunica con la inteligencia ejecutiva, y viceversa. Aquella le informa de lo que está sucediendo bajo el nivel de la consciencia. Esta le da órdenes, utilizando el aprendizaje social pregunta-respuesta que lo ha troquelado.

Para su aplicación educativa, distribuyes las denominadas funciones ejecutivas en cuatro módulos ...

Recordemos primero, Quim, cuáles son las funciones ejecutivas.

Tú mandas, JA.

Las funciones ejecutivas son: activación, dirección de la atención, gestión de la motivación y de la emoción, control de la impulsividad, elección de metas, inicio y organización de la acción, mantenimiento del esfuerzo, flexibilidad, gestión de la memoria y  metacgnición.

¿Y los cuatro módulos en que las agrupas?

1º) Gestión de la energía (activación, atención, motivación, emoción).

2º) Gestión de la acción (control del impulso, selección de metas, inicio y organización de la acción, mantenimiento del esfuerzo, flexibilidad).

3º) Gestión del aprendizaje (construcción de la memoria y búsqueda en la memoria).

Y 4º) Gestión del pensamiento (metacognición).

Le otorgas gran importancia a la inhibición, a la que confieres, nada más y nada menos, la categoría de primer acto ejecutivo.

Sin duda, Quim, conoces a Russell Barkley (1949-) por sus investigaciones sobre el TDAH (tema que te incumbe personal y familiarmente) ...

Pues bien, según este neuropsicólogo clínico estadounidense la inhibición de la respuesta es la llave para las otras funciones ejecutivas. Cuando esta capacidad falla, tenemos personas impulsivas o hiperactivas, a merced siempre del estímulo o del impulso.

¿Se puede educar la capacidad de inhibición incluso en las personas afectadas de TDAH?

Ya sabes Quim que estudiar los métodos de entrenamiento de los animales me ha fascinado siempre porque nos descubre muchos secretos del comportamiento. Mediante el uso de reforzadores (premios) se logra que los delfines hagan sus ordenadas cabriolas. ..

....Y con los procedimientos adecuados se pueden organizar sistemas inhibitorios en el cerebro animal amaestrado. Este hecho nos permite pensar que el aprendizaje es la gran fuerza evolutiva propiamente humana. Es muy probable que el progreso de nuestra especie se consiguiera por un proceso de autodomesticación, que fue aumentando la capacidad de controlarse.

Permíteme, JA, que ejerza de abogado del diablo. ¿No resulta coercitivo inhibir el impulso?

Para nada, Quim. La capacidad de inhibir el estímulo resulta eficaz porque nos permite deliberar sobre él, y también sobre las posibles alternativas. Los animales pueden hacerlo sin palabras, relacionando imágenes o conceptos previos. Pero nosotros disponemos además de esa colosal herramienta que es el lenguaje. Quien piensa es quien tiene la información, a saber, la inteligencia generadora. Quien establece el formato de ese pensamiento, y los criterios con que se van a evaluar es la inteligencia ejecutiva. Tal vez, Quim, hayas oído hablar del juego de los seis sombreros

Por supuesto, JA, lo leí hace años en el libro de Edward de Bono (1933-1921), que se llamaba precisamente: Seis sombreros para pensar (Paidós, 2010)

.La técnica de los seis sombreros permite jugar con diferentes formas de pensar o enfocar un problema. Cuando te colocas un sombrero con un color determinado, asumes el rol establecido por ese color ...

... Recuerdo que el blanco te llevaba a concentrarte en la información; el rojo se relacionaba con los sentimientos; el negro era el juicio crítico, el amarillo correlacionaba con la visión optimista; el azul se asociaba con el del organizador de la reunión; y el verde se identificaba con el «loco», es decir, con el pensamiento disruptivo.

En efecto, Quim. Al ponerse cada «jugador» un determinado sombrero, su pensamiento debía actuar de un modo acorde. La orden la da la inteligencia ejecutiva, y la obedece la inteligencia generadora, que moviliza la información correspondiente a ese patrón de pensamiento ordenado. Los hábitos de pensamiento lógico o los hábitos de pensamiento creativo favorecen esos alardes.

En toda tu obra, JA, atribuyes gran importancia a los hábitos, pero en este contexto hablas de los hábitos ejecutivos ...

Le confiero importancia a los hábitos, Quim, porque nuestro cerebro es un «tacaño cognitivo», intenta gastar el mínimo de energía. Descansar en los hábitos, en las rutinas, es muy cómodo, pero no siempre es la mejor solución. Por eso, los dispositivos psicológicos, educativos, sociales, políticos, que la sociedad ha inventado intentan con mejor o peor fortuna conseguirlo, aunque sin poder nunca garantizarlo. De ahí, la importancia de los hábitos ejecutivos, por ejemplo, la capacidad de inhibir el impulso de la que hablábamos antes, pero no solo. Hay que considerar también la capacidad de deliberar, de concentrar la atención, de gestionar las emociones, de mantener los planes en la memoria, etc. Con los hábitos ejecutivos organizamos el funcionamiento de la inteligencia generadora.

En este sentido hablas del hábito de la (nueva) voluntad ...

Puesto que cuando una actividad se convierte en un hábito se ejerce con mayor facilidad, el truco de la inteligencia ha sido, en efecto, convertir la voluntad en un hábito fuerte que liga la acción a un criterio de evaluación, por ejemplo al deber, a los valores pensados o a proyectos elegidos. A mí me intriga el proceso de resistir la tentación. Hay personas que lo hacen, pero ¿cómo? para poder soportar el embate del deseo, o la depleción del yo, hay que apelar a algún mecanismo psicológico muy potente e infalible.

El psicólogo británico de origen alemán, Hans Jürgen Eysneck (1916-1997), llamaba «conciencia moral» a lo que nos impulsa a hacer lo que debemos ..

Y no solo eso, Quim, tambén dijo que la «conciencia moral» surgía del sujeto por un proceso de condicionamiento pavloviano. Es decir, por el procedimiento más ciego, mecánico y elemental de aprendizaje. «El comportamiento moral -afirma- es condicionado en vez de enseñado.» Y añade: «Disponemos de pruebas suficientes para sugerir que las respuestas autónomas, condicionadas de acuerdo con el sistema de Pávlov, constituyen la base de lo que normalmente llamamos conciencia.» Sería un reflejo que impondría cada vez que algo aparezca como deber, actúa e acuerdo con él.

Sin embargo, esto, JA, parece chocar con nuestra idea de libertad.

Pero no es así, Quim. Mientras escribía El misterio de la voluntad perdida (2006), mi fantástica ayudante Anjélica McIntosh, que era una experta en informática, me convenció de que una máquina determinista como un ordenador, podía actua libremente si le dotábamos de un programa adecuado.

¿Cómo debería ser ese programa capaz de dotar de libertad a un ordenador?

Anjélica McIntosh lo llamó Renato en homenaje a René Descartes y era sorprendentemente sencillo. La secuencia rezaba:

1. Cuando aparezca la cláusula «deseo hacer», compárala con tres criterios:

a) Consecuencias de la acción

b) Posible conflicto con otros planes en curso

c) Planes de mayor nivel

2. Si las consecuencias son buenas, no interfiere con otros planes en curso y es compatible con planes de mayor nivel. Actúa.

3. Si las consecuencias son malas o interfiere con otros planes en curso, entrega el control a un programa de mayor nivel.

¿A qué te refieres con «un programa de mayor nivel»?

Ese programa de mayor nivel al que se refería Anjélica McIntosh, podría ser, Quim, «obedece el imperativo categórico», o «haz lo que te produzca más placer», u «obedece a lo que la razón te diga». La primera es la solución kantiana, la segunda la hedonista, la tercera la aristotélica.

Sigo sin ver, JA, ¿qué es lo que confiere libertad al programa de Anjélica McIntosh?

Lo que confiere libertad al programa de mi fantástica ayudante, Quim, es que apela a dos fuentes distintas de regulación. Una determinista (los deseos que proceden de los mecanismos generadores) y otra no determinista, que es la razón o el pensamiento. Por ejemplo, una máquina de calcular funciona con mecanismos deterministas, que a su vez están regulados por el pensamiento matemático que tiene su propia legalidad. Una dualidad parecida es la que da origen a la libertad, y explica esa experiencia de enfrentamiento íntimo que se da en la tentación.

Pero entonces tu idea de nueva voluntad no está lejos de sus descripciones clásicas, que la consideraban el deseo sometido a la razón. ¿Dónde está la novedad?

Las teorías clásicas de la voluntad fallan porque la razón no tiene suficiente fuerza ejecutiva. Ya lo dijo Hume (1711-1776): «La persona de voluntad firme, para bien o para mal, tendrá que decidir cuál es su deber, pero no si debe ponerlo en práctica.» Por eso Quim necesitamos un mecanismo fuerte capaz de imponerse y, «de eso -nos advierte este filósofo escocés, ya en el siglo XVIII- se encarga el hábito fuerte que me lleva a cumplir un plan elegido por la propia inteligencia.» Durante algún tiempo, me costó trabajo aceptar esta propuesta, que me parecía verdadera, pero que empequeñecía tristemente la dignidad de la acción humana.

A mí también me lo parece, JA.

Sin embargo, Quim, en realidad no es así. Lo más prodigioso de la inteligencia humana es, precisamente, su afán de superación, de grandeza, que la lleva a crear proyectos magníficos, admirables, exigentes, creadores, como son la libertad, la dignidad, y la vida conforme a ella. Con ladrillos muy simples hemos contruido maravillosas arquitecturas. La educación de la inteligencia ejecutiva implica también la adquisición de lo que he llamado virtudes de la acción.

¿Virtudes de la acción?

Sí, aquellos hábitos que facilitan la acción voluntaria tanto en lo que se refiere a la buena evaluación como a la puesta en práctica de lo decidido. Son la prudencia para aplicar el conocimiento a los casos concretos, la fortaleza para mantener el esfuerzo, la templanza, que supone la gestión de los sentimientos, y la justicia, que es el hábito de buscar la verdad.

Lo que nos remite a las 24 fortalezas de Martin Seligman y Chris Peterson (2004), modelo de educación del carácter que, quien suscribe estas líneas empleó como punto de partida en su primera tesis doctoral en aras de educar el inconsciente, es decir, la inteligencia generadora y que en Objetivo: Generar talento, José Antonio Marina parece emplear para educar la nueva voluntad, o lo que es lo mismo, la inteligencia ejecutiva ...

Y es que la educación, Quim, tiene un doble objetivo: ayudar a configurar la inteligencia generadora y ayudar a configurar la inteligencia ejecutiva. La iprimera puede ampliarse, modificarse, educarse, mediante la adquisición de hábitos. De esa manera, comportamientos que eran realizados atentamente pasan a ser realizados automáticamente, lo que deja libres los recursos atencionales, que son escasos, para poder aplicarlos a otra cosa. La Teoría Ejecutiva de la Inteligencia permite elaborar una teoría de la personalidad, de gran importancia para la práctica educativa. Los niños nacen con una personalidad innata (sexo, características fisiológicas, temperamento), a partir de la cual construyen su personalidad aprendida (carácter, conjunto de hábitos adquiridos), desde la cual elaboran su personalidad elegida (proyectos personales).

En eso, JA, una vez más estamos completamente de acuerdo.

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