Los tipos de interés no son el precio del dinero

Se trata de un error conceptual muy habitual, favorecido sin duda por la reiteración machacona en el uso del término por parte de los medios de comunicación.

Para deshacer el entuerto, lo primero que debemos comprender es que cuando demandamos crédito estamos pidiendo, no dinero, sino bienes y servicios. El dinero es sólo el medio necesario para adquirir esos bienes y servicios. Por ejemplo, cuando pedimos una hipoteca queremos, en realidad, una vivienda.

Por otro lado, todos preferimos disponer del dinero antes que después, lo que equivale a decir que todos le asignamos valor al hecho de poder disponer de los bienes y servicios antes que después. Esto es lo que se conoce en finanzas como preferencia temporal.

Y ese es justamente el fundamento del interés: el exceso de valor de los bienes presentes sobre los bienes futuros o, dicho de otro modo, la utilidad de anticipar la disposición de esos bienes presentes. Para ello, por lo tanto, tendremos que pagar al vendedor una prima, ya que renunciará a percibir una cantidad ahora a cambio de recibir una superior en el futuro.

Por lo tanto, los tipos de interés no son el precio del dinero, sino del tiempo. Y esta variable  dependerá de la distinta impaciencia de los agentes a la hora de anticipar la disposición de bienes presentes o de aceptar retrasarla.