Si publicas, tú también eres Indiana Jones
De un tiempo a esta parte, esto de publicar en redes se ha convertido en todo un acto de fe, como en la peli de la última cruzada de Indiana Jones.
¿Recuerdas la escena de la tercera prueba para llegar al Santo Grial? El momento en el que Indi se encuentra al borde de un precipicio y tiene saltar para pasar al otro lado, pero no hay ningún camino o puente (o eso pensábamos todos). Entonces recuerda la frase que de la última pista "Solo el que salte de la cabeza del león probará su valía". Estaba claro que algo tenía que hacer para pasar, ¿saltar al vacío tal vez? ¡Pero si no había nada de nada y se iba a caer!
Entonces debió de pensar algo así como "de perdidos al río", extendió la pierna y... no solo no se cayó, sino que dio un paso y luego otro y otro hasta que cruzó el puente invisible. En realidad sí que había un puente, pero desde su perspectiva no veía nada.
Pues con las redes pasa algo similar. Tú empiezas a publicar contenido y en realidad no sabes que va a pasar con ello. Primero porque no tienes ningún control sobre a quienes y a cuántos se muestra, y después porque aunque la plataforma te dice cuántos lo han visto no tienes ni la más remota idea de si les gusta o no ya no se consiguen los corazoncitos con la misma facilidad que antes.
¡Todo parece tan fácil cuando eres espectador y ves a tus ídolos con miles de seguidores! Publican cualquier cosilla de nada (para ti con tus ojos de inexperto) y enseguida tienen cientos de comentarios y todo el mundo habla de ello. Pero lo que se ha tenido que trabajar, sufrir e invertir hasta llegar ahí, solo lo saben ellos.
Así que tú vas con tu candidez de principiante y te lanzas a poner una cita famosa o colgar un video con moraleja y te sientas a esperar tu ovación por el trabajazo que has hecho. Y no pasa nada.
Te das cuenta que eso es más de lo mismo y que debes de hacer algo más, así que empiezas a contar algo de lo que haces, pero sin dar muchos detalles porque te mueres de la vergüenza por si lo ve alguien conocido. Pero tampoco avanzas nada.
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Con suerte consigues que alguien te siga pero nadie comenta ni te escribe mensajes ni suben los likes y ya empiezas a desesperarte porque no sabes por donde tirar y vas espaciando cada vez más las publicaciones porque parece que se te agotan las ideas originales.
Un día lees en algún sitio que el algoritmo ha vuelto a cambiar y los grandes ya no viralizan tanto. Eso quizás te sirva de excusa o justificación los primeros 5 minutos y luego qué. A las grandes cuentas pasar de 400.000 visualizaciones a 350.000 les afecta aunque siguen estando ahí. Pero a ti que has sudado tinta durante más de 6 meses para llegar a los 100 seguidores, ¿cómo te deja todo eso?, ¿qué vas a hacer?
Aquí es donde nos encontramos la gran parte de los pequeños creadores de contenido: algunos se desilusionan y lo terminan dejando, y otros intentan seguir adelante como Jones y su salto de fe.
Cada vez hay más gente en las redes. Cada vez hay más contenido. Cada vez hay más de todo y competir es casi misión imposible. Y lo peor es que hemos perdido el músculo de la paciencia y lo queremos todo ya.
Lo que no te cuentan (a las claras) los gurús es que, por muchas estrategias, hacks, fórmulas y secretos que digan que te van a desvelar para ayudarte a tener éxito en internet, al final lo que hay detrás es trabajo de pico y pala, constancia e inversión de tiempo y también de dinero. Y esto no todo el mundo está dispuesto a hacerlo sin la certeza de un resultado seguro y con fecha. Por eso hay muchísimas cuentas de contenido, pero también hay muchísimas cuentas abandonadas por el camino.
Así que si te estás planteando empezar a publicar hazlo de manera consciente y realista, sabiendo que no va de hacer sprints sino de carreras de fondo y que va a ser un viaje largo lleno de estaciones en las que unas veces habrá viajeros y otras no. Y sobre todo hazlo porque te gusta e ilusiona de verdad, para poder disfrutar de lo que consigas.