-Me queda pleno empleo y precios estables, ¿qué prefiere? -¡Deme cuarto y mitad de cada!

-Me queda pleno empleo y precios estables, ¿qué prefiere? -¡Deme cuarto y mitad de cada!

No hay duda de que hoy en día el mandato es pleno empleo y precios estables, es decir, sin inflación y cómo eso actualmente parece imposible de compaginar, hay que elegir el grado de ambas variables que optimiza el resultado de la economía de un país. Vemos primeramente cómo son cada una de esas variables en su nivel óptimo. El Pleno empleo en realidad es una tasa de empleo menor del 100%, con tasas de desempleo del 7, 5 ó 3% se ha conseguido la plena ocupación puesto que hay un porcentaje de trabajadores que se mueven de un empleo a otro en un momento determinado y algunos otros de difícil colocación durante un largo periodo de tiempo. Bueno, de momento ya vemos que plena, plena, plena ocupación no es, pero bueno tiene su lógica. Respecto a la inflación, el perjuicio de la inflación vs deflación hace aconsejable mantener la inflación en un 2% y no asomarse al barranco de la deflación, además, con la banda de tipos de interés nominales, es mejor un 2% que un cero por cien y no tener que poner suelos en negativo, como ya pasó hace pocos años, que es un absurdo. Bien, ahora que ya están definidos los objetivos del intento vamos a pensar sobre el óptimo.

La disyuntiva es pleno empleo o inflación al 2%, las dos cosas no pueden concurrir aunque no es descartable que dentro de unos años la realidad de los datos nos lleve a otra conclusión. Desde hace mucho tiempo, los bancos centrales y los equipos económicos de los gobiernos manejan un índice que viene a significar cuál es el nivel de desempleo que no provoca inflación (de más del 2%). Este Índice se llama NAIRU (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment – Tasa de desempleo no aceleradora de la inflación) y que no para de bajar con el trascurso de los años, es decir, si antes era del 5%, ahora es del 3%. Lógicamente, cada país tiene el suyo y acarrea los problemas estructurales de su historia. El NAIRU -que vino para sustituir a la Tasa natural de desempleo- guarda una estrecha relación con la Curva de Phillips, ahora tan criticada y puesta en duda, y que postula que es posible reducir un determinado nivel de la tasa de paro mediante una política económica expansiva a costa de una inflación más elevada. Pero por el momento nos interesa sólo contar la existencia del concepto del NAIRU y ya veremos en otro post otro índice que corrige sus defectos y problemas (NAIBER). Igualmente, trataremos -en el mismo post- la diferencia entre el NAIRU y la Tasa natural de empleo, así como la relación con la Curva de Phillips y sus problemas en detalle. Lo que tenemos que tener claro es que aumentar la liquidez en el mercado provoca empleo pero acaba creando también inflación, aunque la relación directa entre ambas magnitudes es importante conocerla, desde luego no es de uno a uno. Por lo tanto, hay que buscar un equilibrio que nos proporcione una situación óptima, pareciendo lógico que fijemos una mejora en el empleo y vayamos midiendo hasta que comience a verse las orejas al lobo inflacionario. El desempleo es una enfermedad que perjudica a las personas y la inflación es una enfermedad que perjudica el valor de los bienes de las personas (al menos hasta que las deja escuálidas), así que desde el punto de vista vital parece lógico fijar la tasa de empleo primero.

Por lo que se aprecia, el mando de los bancos centrales se ha quedado centrado -en lo que respecta a su política monetaria- en el tipo de interés y cuando oyen alguna expresión que suena como inflación, suenan las alarmas y suben los tipos, en la mayoría de ocasiones antes de hora, mucho antes. Siguen el consejo del expresidente de la Reserva Federal durante casi 20 años William McChesney que decía que había que llevar alcohol a la fiesta para animarla, pero que se debía sacar todo el alcohol antes de que ésta se animara demasiado.

Por otra parte, en las naciones con multitud de estados miembros, si no se ha hecho un proceso convergente en su creación y mantenido en el tiempo posteriormente, se produce un efecto dañino resultante de aplicar la misma política a diferentes situaciones en los países sobre los que se aplica. Este es el caso claro de la UE, en la que una política monetaria y/o fiscal más adecuada difícilmente casa para los miembros del norte y los del sur de la UE.

Para concluir en una línea política determinada, sería conveniente que se persiguiese para ciertos países una política monetaria y fiscal que procurase el aseguramiento -para España, por ejemplo- del logro del pleno empleo sacrificando algún punto extra de inflación muy controlado y que se hiciese saber a toda la sociedad para que no fuésemos colaboracionistas en los aumentos de precios egoístas sin causas reales. Nadie habla de excesos sin sentido en la oferta monetaria, sino un esfuerzo sostenido para que llegásemos a ese nivel de ocupación del que ya no quisiéramos salir, sobre todo para los jóvenes y, como segundo objetivo, un nivel salarial que permita el desarrollo de valor. Déficit o superávit no nos dicen nada sin que vayan acompañados del nivel de logro de los objetivos estratégicos -como país- de cada uno de ellos.

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